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Proceso de creación de un proyecto inmobiliario

En este artículo vamos a adentrarnos en el complejo proceso que supone desarrollar un proyecto inmobiliario desde cero. Desde la adquisición del suelo hasta la ejecución final. Cada fase implica una serie de decisiones técnicas, financieras y urbanísticas que pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de una inversión.

La promoción inmobiliaria no es simplemente construir; es un proceso integral que abarca aspectos como la planificación urbanística, los costes de construcción, las licencias, la conexión a infraestructuras básicas y, por supuesto, el análisis del mercado y la gestión del riesgo.

Fases principales de un proyecto inmobiliario

Antes de analizar en detalle algunas de las fases más relevantes, conviene tener una visión general del proceso típico que sigue cualquier proyecto inmobiliario, especialmente aquellos de nueva construcción:

1. Adquisición del suelo

Todo proyecto comienza con la compra de un terreno adecuado. Aquí, la ubicación es determinante: ¿Está en una zona con demanda real? ¿Dispone de servicios urbanos cercanos? ¿Existe acceso a redes de agua, electricidad, saneamiento, gas, telecomunicaciones?

En muchos casos, especialmente en operaciones de gran escala, como puede ser un terreno de 10 hectáreas, es necesario llevar a cabo la parcelación, es decir, dividir la finca en solares más pequeños que permitan una edificación ordenada y conforme al planeamiento. Esta fase incluye tareas de planeamiento técnico, gestión documental y estudios de viabilidad urbanística.

2. Planificación y diseño

Una vez adquirido el terreno, comienza la fase de planificación urbanística. Se definen los usos del suelo (residencial, terciario, dotacional…), se establece el trazado de calles, se delimitan zonas verdes, parques infantiles, equipamientos como colegios o guarderías, y se establece la normativa edificatoria aplicable.

Esta fase es especialmente crítica para el promotor inmobiliario porque incluye tanto el diseño arquitectónico como los estudios técnicos (estructuras, instalaciones, eficiencia energética…), además de la obtención de licencias y autorizaciones. También es una etapa de alta incertidumbre económica, ya que las obras de urbanización pueden tener un coste muy variable, especialmente si hay que ejecutar redes de saneamiento, estaciones de bombeo o sistemas de drenaje y protección contra inundaciones.

3. Estimación de costes

El siguiente paso es calcular con precisión el coste total de la obra. Para ello, se solicitan presupuestos a diferentes constructoras, se revisan partidas, y se ajustan los elementos del proyecto para optimizar la relación coste-beneficio. Este ejercicio no solo es necesario para valorar la viabilidad económica del proyecto, sino también para asegurar su rentabilidad futura.

4. Validación de mercado

No basta con que un proyecto sea técnicamente viable; debe ser también comercialmente atractivo. Aquí entra en juego el estudio de mercado: ¿Existe demanda para este tipo de vivienda o local en la zona? ¿Cuáles son los precios de venta o alquiler reales? ¿Cómo se está comportando la oferta competidora?

En esta fase se pueden ajustar tanto las tipologías como las calidades, superficies o distribución de los espacios para alinearlos con lo que realmente busca el mercado. El objetivo es evitar situaciones donde el producto final tenga que venderse por debajo de lo previsto por no responder a la demanda real.

5. Control de riesgos

El desarrollo inmobiliario conlleva múltiples riesgos: constructivos, legales, comerciales, financieros… Para mitigarlos, es esencial establecer prácticas de construcción eficientes, evitar sobrecostes innecesarios, asegurar el cumplimiento de los plazos y tener un seguimiento constante del presupuesto y la ejecución.

Un buen proyecto es aquel que se diseña bien, se ejecuta con disciplina y controla todos los factores que pueden afectar a su rentabilidad o a su viabilidad financiera.

Valoración del activo y análisis de rentabilidad

Uno de los puntos más delicados de cualquier operación inmobiliaria es la valoración del activo. Esta puede variar de forma significativa en función del momento del proyecto: no es lo mismo valorar un suelo rústico que uno urbanizado y con licencia, ni tampoco un edificio en estructura frente a uno terminado y comercializado.

En mercados como Madrid, Valencia o Málaga, es habitual que un suelo sin desarrollar pueda costar entre 80 y 150 €/m², mientras que, una vez urbanizado y con proyecto aprobado, su valor puede multiplicarse hasta 300 €/m² o más. Esa transformación de valor es precisamente lo que muchos inversores buscan aprovechar, pero exige una gestión profesional y una planificación sólida.

Además de la valoración del suelo, hay que tener en cuenta el coste de la construcción, los gastos asociados al desarrollo (impuestos, licencias, tasas, honorarios técnicos…) y, por supuesto, los escenarios de venta o explotación a futuro.

Valoración del riesgo en las distintas fases

El riesgo de una inversión inmobiliaria no es constante: evoluciona a lo largo del proceso. En fases iniciales, el principal riesgo está en la falta de información o en el cambio de criterios urbanísticos. A medida que el proyecto avanza, aparecen riesgos de ejecución, de coste, de mercado o incluso jurídicos si surgen modificaciones normativas.

Además, cuanto más avanzado está el proyecto, más difícil resulta su valoración objetiva. Por ejemplo, un edificio parcialmente construido tiene menos comparables en el mercado, por lo que hay que estimar su valor final y restar los costes pendientes, incluyendo un margen de seguridad por imprevistos.

Conclusión: un proceso integral que requiere visión y método

Desarrollar un proyecto inmobiliario implica mucho más que construir. Es un proceso integral que requiere visión estratégica, control técnico, análisis económico y capacidad de gestión. Desde la localización del terreno hasta la entrega final, cada fase está llena de decisiones clave que impactan en la rentabilidad y el éxito del proyecto.

Conocer y dominar este proceso es lo que permite a los profesionales del sector inmobiliario maximizar el valor de sus inversiones y minimizar los riesgos. Y es precisamente en ese conocimiento experto donde reside la diferencia entre un simple proyecto y una operación inmobiliaria realmente exitosa.

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