Cuando una empresa necesita financiación, lo primero que suele venir a la mente son los préstamos bancarios o la entrada de nuevos socios. Sin embargo, en el ecosistema empresarial español existe una figura intermedia que cada vez cobra más protagonismo: el préstamo participativo. Se trata de una fórmula híbrida, a medio camino entre la deuda y el capital, que ha demostrado ser especialmente útil para startups, pymes innovadoras y compañías en fase de expansión.
Este tipo de préstamo no solo permite captar recursos sin renunciar al control de la empresa, sino que también mejora la imagen financiera ante terceros. Y lo más interesante: su funcionamiento está directamente ligado al rendimiento del negocio. En este artículo, te vamos a explicar qué es un prestamos participativo, cómo se estructura, qué ventajas y riesgos implica y por qué se ha convertido en una herramienta estratégica dentro del panorama financiero español.
¿En qué consiste exactamente un préstamo participativo?
El préstamo participativo es una figura regulada en España desde 1996, concretamente en el artículo 20 del Real Decreto-Ley 7/1996. A efectos legales, es un préstamo, pero con particularidades que lo alejan del modelo tradicional. Su rasgo distintivo es que parte de los intereses que paga la empresa no están definidos desde el inicio, sino que dependen de cómo evolucione el negocio. Es decir, el prestamista participa del éxito o no del proyecto.
Esto convierte al préstamo participativo en una fórmula más flexible y alineada con el crecimiento empresarial. En caso de quiebra, el préstamo se sitúa por detrás del resto de acreedores: es deuda subordinada. Pero precisamente por eso, refuerza la estructura financiera del prestatario.
Cómo funciona en la práctica
Los préstamos participativos suelen estar ligados a proyectos empresariales con potencial de crecimiento, pero que aún no cuentan con un historial consolidado. Por eso, esta figura se ha vuelto común en el entorno de las startups y la innovación. Una parte clave de su funcionamiento es la forma en que se estructura la rentabilidad:
Por un lado, la empresa paga un interés fijo mínimo. Por otro, debe abonar un interés variable en función de indicadores económicos, como el beneficio neto, la cifra de negocio o cualquier otro parámetro que ambas partes acuerden. Es decir, el inversor asume cierto riesgo, pero también tiene potencial de obtener una rentabilidad superior si el negocio prospera.
Esta vinculación con la evolución real de la empresa permite establecer relaciones más equilibradas entre quien presta y quien recibe, sin necesidad de ceder participación accionarial ni alterar la estructura societaria.
Ventajas claras para las empresas españolas
Uno de los grandes atractivos del préstamo participativo es su capacidad para reforzar financieramente a una empresa sin interferir en su propiedad. A diferencia de un socio capitalista, el prestamista no adquiere acciones ni puede votar en juntas. Tampoco exige garantías reales, como sucede en muchos préstamos bancarios.
Además, bajo determinadas condiciones, los préstamos participativos pueden computarse como recursos propios en la contabilidad, lo que mejora el balance de la empresa y facilita el acceso a otras fuentes de financiación. Esta característica es clave para negocios que buscan escalar y necesitan mostrar solidez financiera frente a entidades bancarias o inversores.
Otro factor importante es la flexibilidad: muchas veces, se pactan carencias de amortización, y la devolución del capital se adapta al ciclo de madurez del negocio. Esto evita tensiones de tesorería en las primeras fases del proyecto.
¿Y cuáles son los riesgos para el inversor?
El préstamo participativo no es un producto de bajo riesgo. Precisamente por su naturaleza subordinada, el prestamista asume una posición vulnerable si el negocio fracasa. En un proceso concursal, sus derechos de cobro se sitúan detrás de los de otros acreedores ordinarios, y eso puede suponer la pérdida parcial o total del capital invertido.
Además, la rentabilidad está ligada a la evolución de la empresa. Si esta no alcanza los objetivos esperados, el componente variable del interés puede ser nulo durante varios ejercicios. Tampoco hay un mercado secundario donde vender este tipo de préstamo fácilmente, por lo que la liquidez es limitada.
Un instrumento clave para la financiación pública
En España, entidades como ENISA o el CDTI utilizan los préstamos participativos como principal vía de financiación para proyectos de emprendimiento, innovación tecnológica o expansión internacional. Estas instituciones analizan la viabilidad del negocio y ofrecen préstamos con condiciones ventajosas, sin exigir avales personales ni garantías hipotecarias.
Gracias a este modelo, miles de empresas han podido financiar su crecimiento sin tener que vender participación en su capital. A día de hoy, es uno de los recursos más valorados por las startups españolas, ya que permite obtener financiación pública sin diluirse.
Casos típicos de uso en España
El préstamo participativo es ideal para empresas que se encuentran en fases como:
- Lanzamiento o validación del modelo de negocio, donde todavía no hay beneficios consolidados.
- Expansión nacional o internacional, con una estrategia clara de escalado.
- Refuerzo del balance antes de acudir a rondas de inversión o negociaciones bancarias.
- Situaciones de transición en las que se necesita tiempo para consolidar ingresos recurrentes.
También es útil como complemento a una ronda de inversión en equity, ya que permite ampliar los recursos disponibles sin necesidad de alterar el pacto de socios.
Aspectos fiscales y contables
Desde el punto de vista contable, si el préstamo cumple determinadas condiciones, como vencimiento a largo plazo, subordinación, ausencia de garantías, puede considerarse parte del patrimonio neto, lo cual es especialmente útil a efectos de ratios financieras. Fiscalmente, los intereses devengados suelen ser deducibles como gasto financiero, aunque hay que analizar el componente variable caso a caso.
¿Qué alternativas existen a los prestamos participativos?
El préstamo participativo no es la única opción de financiación híbrida. También existen otras fórmulas como:
- Préstamos convertibles en capital, habituales en fases semilla de startups.
- Bonos subordinados, con plazos y rendimientos definidos.
- Capital riesgo, que entra en el capital pero suele ir acompañado de gobernanza.
- Crowdinvesting, donde pequeños inversores prestan a cambio de un interés variable.
La elección dependerá del tipo de empresa, el momento del proyecto y el grado de control que se quiera conservar.
¿Qué es un préstamo participativo? La financiación híbrida que impulsa a las empresas españolas